Venga, que esto suena a palabro de notario, pero al final es más sencillo de lo que parece. Imagina que tienes la hipoteca de tu vida (o de tus pesadillas, depende del mes) y, por lo que sea, las condiciones ya no te cuadran. Pues aquí es donde entra la famosa novación: básicamente, es hablar con el banco y cambiarle las reglas al contrato... sin tener que pedir una hipoteca nueva. No hace falta mudarse de entidad ni meterse en más líos de los necesarios, solo retocar lo que ya tienes.

¿Y por qué querrías novar tu hipoteca? Hay mil y un motivos:

- Cambiar el tipo de interés: igual te cansas del variable y prefieres la tranquilidad del fijo… o justo al revés.

- Jugar con los plazos: quizás quieres pagar menos al mes y alargar los plazos, o eres de los valientes que prefiere apretarse el cinturón y liquidar antes.

- Soltar algo de ahorros para reducir deuda: si te cae una herencia, lotería, puedes meter dinero y rebajar lo que debes.

- Quitar comisiones sangrantes: si en su día firmaste con penalizaciones a destajo, igual ahora puedes negociar y suavizar el sablazo.

- Añadir avalistas o garantías: a veces toca buscar refuerzos para que el banco te mire con mejores ojos.

Ahora, que no te creas que vas a llegar al banco y todo serán risas. Nada, el banco se lo mira bien, repasa tu historial, ve si pagas o eres de los que se olvida de la hipoteca como del gimnasio, y decide si te da el OK. Si hay acuerdo, toca pasar por notario. Es legal, es necesario, y no hay escapatoria.

Ojo con los costes, que aquí tampoco regalan nada. Entre la comisión de novación (sí, suele haber), los gastos de notaría, y lo que se paga en el Registro de la Propiedad y la gestoría, la broma puede salir por un pico. Nada de esto es gratis, por si te quedaba la duda.

¿Lo bueno de la novación? Pues, sobre todo, que te da margen para adaptarte. Si la vida te da limones (menos ingresos, familia que crece, nuevas facturas, etc.) puedes ajustar la hipoteca y respirar un poco. Y si te sale bien la jugada, hasta ahorras en intereses o en comisiones… pero tampoco es magia, hay que echar cuentas y ver si compensa.

En realidad, si la novación no te convence, hay alternativas: puedes “subrogar” (llevarte la hipoteca a otro banco que te trate mejor), o juntar todas tus deudas en un solo préstamo y dejar de volverte loco con mil recibos.

En fin, la novación es como tunear tu hipoteca para que no se te atragante. Pero, como en todo, antes de firmar nada, mejor sacar la calculadora y asegurarse de que el cambio de look merece la pena. Porque si no, igual acabas pagando más.